¿Por qué no nos creemos en peligro por la polución?
Hace ya 11 años que la Organización Mundial de la Salud (OMS) dijo que si se controlara la contaminación ambiental y se bajaran los niveles de partículas en suspensión y de dióxido de nitrógeno que producen los coches, se reduciría un tercio el número de ictus, un 20% el de infartos de miocardio y un 20% el cáncer de pulmón.
Las esporádicas medidas de control de la polución que se toman en algunas grandes ciudades como Madrid o Barcelona –hay honrosas excepciones en ciudades más pequeñas– suscitan disgusto e incomprensión. ¿Por incredulidad? La resistencia recuerda a los expertos lo que pasó con el tabaco y reconocen que hay ahora una mayor sensibilidad sobre el tema. Al menos, mayor conocimiento. “Pero el coche no es como un cigarrillo. Es un tótem que significa para gran parte de la población tiempo, autonomía, poder, libertad. Y estatus. Sabemos que el origen principal de las partículas finas y ultrafinas y del dióxido de nitrógeno es el transporte en las ciudades, y el vehículo de motor su mayor fuente, pero no tenemos un transporte público que permita a todo el mundo dejar el coche.
María Neira, directora de Salud Pública y Medio Ambiente de la OMS, defiende que el punto de inflexión se produce “el día que tú entiendes que el cielo está oscuro porque hay contaminación y que está afectando no al planeta sino a tus pulmones”.
El 40% de las partículas finas y ultrafinas, uno de los grandes enemigos de la salud, proceden de los tubos de escape, las ruedas y los frenos; y el 80% del dióxido de nitrógeno, el otro gran contaminante, de los motores diésel. Pero Europa está tan anticuada en su legislación sobre ambos “que aunque se cumpla la norma, no como en España, la ley no protege”, advierte Xavier Querol, profesor investigador del Instituto de Diagnóstico Ambiental del CSIC. “Por eso la emisión de partículas finas y ultrafinas aún causa 456.000 muertes anuales: el 90% de la población europea vive con niveles por encima de los límites que marca la OMS”. El dióxido de nitrógeno, que causa 76.000 muertes prematuras, está en exceso en el aire del 10% de la población.
Este contaminante es, según estos expertos, el más sencillo de controlar. En una gran ciudad y su área metropolitana, la mitad del dióxido de nitrógeno lo producen los coches y la otra mitad la industria, las calefacciones y los barcos, “pero el 80% del NO2 al que se exponen los humanos es al de los motores diésel”, explica Xavier Querol. Este tipo de coches, que se disparó en Europa para bajar la contaminación por CO2, se ha convertido en el principal enemigo por su NO2 y, entre los coches más viejos, también por emitir partículas. El reciente fraude de los principales fabricantes los ha desacreditado tanto –emitían más contaminación en circulación real de lo que decía su etiqueta– que sus usuarios están atrapados. Los daños son evidentes. “No hay otra que reducir el número de coches. Y habrá que empezar por eliminar los más viejos”, dice Querol.
Macpherson, A. (2017, Febrero 07). ¿Por qué no nos creemos en peligro por la polución?. La Vanguardia. Recuperado de: http://bit.ly/2nf8VBH.